domingo, 8 de febrero de 2009

Y ahora... dos ruedas (O el Neng II)


Como ya conté, hace ya unos meses que por circunstancias me deshice de mi primer coche. El precio del combustible, unido a un tráfico insoportable, ausencia de estacionamiento y el excesivo gasto de mantenimiento con un plus de averías varias, me hizo tomar la tajante decisión.

Y las formas... bueno he de reconocer que no fue la manera más elegante de despedir con honores a un colega de aventuras como fuera mi Peugeot "fotingo" 205.
Un dia, fuí a arrancarlo (lo tenia parado desde hacía un par de semanas por un problema de embrague) y cual fue mi sorpresa cuando vi el estacionamiento vacío. El ayuntamiento había retirado todos los vehiculos para hacer una fiesta de barrio y movidas urbanas de esas que a nuestro teniente de alcalde tanto le gustan.

Bien, en teoría, la grúa municipal debería colocar de nuevo los vehiculos retirados puesto que es un estacionamiento público. Sin embargo, un par de dias después mi coche no aparecía. No me tocó otra que bajar al depósito para recuperarlo. Resumiendo: al no tener la ITV pasada no podía circular de modo que yo tendría que pagar una grua para sacarlo, así como pagar el depósito. Si a eso le sumamos seguro+reparacion+ITV+rodaje= me sale más caro que lo que me costó el coche en su momento. Así que, allí mismo, cual Judas (versión Iglesia Católica) traicioné a mi viejo amigo y lo condené a morir en una prensa.


Pero me encontré con un nuevo problema: necesito un vehiculo. Mi mujer tiene el suyo y nos podríamos apañar, pero para trabajar necesito desplazarme con rapidez por la ciudad. Entonces, fruto de un anhelo juvenil y la ayuda de mi suegro (que es un motero aunque no lo admita) me he comprado una moto. ¡Una moto!


Lo primero que pensé es ¿donde voy yo con una moto? a lo que mi cabeza respondió ¡Donde te de la gana imbécil! Entonces comenzó el tedioso ritual de buscar la moto apropiada, buen precio y útil.
Nada, solo encontraba trastos, "pepinos para kinkis"* o joyas de precio inalcanzable. Tras mucho buscar y a punto de tirar la toalla mi suegro de nuevo acudió en mi ayuda. Nos fuimos a ver tiendas de motos. Más de lo mismo, incluso, un vendedor, en el colmo de la desfachatez quiso "endilgarme" un kamikaze de esos que llevan los machangos antes de terminar con los sesos por el suelo o con la cara contra un muro.

Ahora si que estaba claro, lo de la moto fue una mala idea y estaba sin moto y sin coche. Sin embargo, a mi suegro se le ocurrió pasar por la tienda donde él habia comprado su moto.

-Bueno- dije - total, no perdemos nada.

Y al llegar, ahí estaba. Brillando bajo el sol, con un dragón dibujado sobre un embellecedor. El corazón me dió un vuelco y pensé:

-Esa es.

He de reconocer que desde pequeño me han atraido las Harley Davidson, y sigo sin poder evitar buscar con la mirada cada vez que escucho por la calle el peculiar sonido que tienen. Yo no tengo una Harley y no la tendré nunca (no pago lo que cuestan, sencillamente). Sin embargo, me he acercado, he encontrado una moto preciosa que evoca el espíritu custom y, por que negarlo ¡Mola un huevo!.


Y ahora aquí estoy, privado como un niño pequeño con su moto nueva.
*Por cierto, un kinki es como aquí en Tenerife llamamos a los niñatos de barrio que creen ser un negro pandillero del bronx, que llaman a sus colegas "hermano" y que llevan más joyas que M.A. el del equipo A.

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