lunes, 2 de septiembre de 2019

¿Ayer y hoy?

Esto lo escribí hace un año pero no llegué a publicarlo. Lo hago hoy porque es como si lo hubiese escrito anoche (salvo por lo del insomnio...)

Hacía meses que no me desvelaba. Había alcanzado el estado de equilibrio emocional suficiente para dormir de un tirón. Pero desde hace unas semanas algo me pasa. Lo achacaba al trabajo, hay plazos que cumplir y muchas veces mi trabajo depende de la ineptitud manifiesta de las instituciones públicas, lo que ataca a mi obsesión por el control de las situaciones... Pero, no era sólo eso.

Pasado el periodo de estrés mi cabeza sigue dando vueltas por la noche hasta tal punto que he dejado de tomar mi adorado café y antes de dormir me tomo una tila caliente o cualquier infu-descanso para poder mantener mi sueño en equilibrio...

-Pero ¿Qué demonios es eso que tanto me perturba?
-Eso, Marty, es el condensador de Fluzo.
-¿Un condensador de fluzo?
-Exacto, es lo que hace que los viajes en el tiempo sean posibles...

Y eso es lo que debe tener conectado nuestro país. Un chisme que nadie entiende y que nos está haciendo retroceder a los 50. Porque ¿Qué otra explicación puede tener la vuelta a conductas que creíamos superadas? Palmeros de la ignorancia, curas con peso mediático y todo lo que trae en cola la negación a que el machismo desaparezca. Y en las redes sociales encuentran su feudo.

Me estoy cansando de argumentar, de tratar de hacer de este mundo un lugar mejor y lo único que tengo ganas es de abofetear a cualquiera que diga que a los hombres también nos matan...

Y cuando la única respuesta es la violencia te tienes que dar cuenta de que algo está fallando. Anoche hablaba con un amigo sobre la igualdad... Tema complejo y largo pero llegamos a la conclusión de que no se quiere arreglar. Todo funciona como hasta ahora porque existen diferencias. Si reformasemos el sistema desde abajo, desde la escala más pequeña, obligaríamos a la sociedad a transformarse tan profundamente que sería un caos... Porque no queremos evolucionar. Estamos cómodos envueltos en nuestra mantita mientras la mierda no nos salpique.

Pero ¿Qué pasa si un día, en el trabajo de tu pareja, su jefe le mete mano? ¿O le insinua que si quiere prosperar tendrá que pasar por su cama? ¿O aprovecha que la pilla sola y la viola? Pon que es tu pareja, tu prima, tu hermana, tu amiga... ¿Qué harías? Le partirías las piernas al hijo de puta ese ¿No?

Por tanto, la violencia es lo que nos queda. Pero ¿Y si forzaramos a la sociedad a cambiar? Y si la reformamos desde abajo por ejemplo con una ley de paridad 50-50: por decreto, cualquier empresa u organismo debe tener en su plantilla un cincuenta porciento de personal femenino y cincuenta masculino ¿Qué caos, no?

Pero, sígueme en mi distopía: Tras obligar a todas la empresas a tener paridad en su plantilla (Y cuando hablo de todas, digo todas: desde transportes, contrucción, fuerzas del orden...). Empezaríamos a ver que las empresas tienen que buscar a los mejores candidatos hombres y mujeres, porque la ley les obliga a ello. Y no podrán hacer distinción de salarios. Acabaremos con las profesiones de tradición masculina y empezaremos a ver "señores de la limpieza" o "camareros de piso", albañilas, bomberas... Dejará de ser noticia que una mujer arbitre un partido porque el 50% de los jueces de línea serán mujeres. Seguirá pasando el tiempo y las mujeres habrán podido especializarse dentro de feudos de tradición masculina. Y las profesiones típicas de mujeres dejarán de existir porque habremos normalizado ver a un hombre limpiando una habitación de hotel.

¿Qué locura, verdad?

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