lunes, 13 de mayo de 2024

   Que había abandonado mis devaneos nocturnos era una realidad (gracias a las drogas para dormir que, por otro lado, hace tiempo que ya no necesito para conciliar el sueño), pero no puedo enajenarme de toda la mierda que estoy viviendo y como no me sale del huevo izquierdo pagarle a Elon Musk para vomitar un testamento, dejo esto en mi blog-cementerio de pensamientos. Y sin más dilación, porque dilatarse por gusto es vicio, vamos al asunto que nos trae entre manos:

NOS HEMOS VUELTO GILIPOLLAS

     Ya, que no te cuento nada nuevo, pero es que ya rozamos lo absurdo y voy a enumerar lo que, desde mi nada privilegiada atalaya, son los principales motivos de que hayamos perdido definitivamente el norte:

1.- La nuevas generaciones tiene referentes de mierda. 

   Y la culpa no es de ellos por buscar guías en los influencers más gilipollas que pueda parir esta mierda de sociedad que hemos creado. No, la culpa es absolutamente nuestra por no haber sido personas que pudieran guiarles en su desarrollo. Les hemos dejado a su suerte frente a la tv y las rr.ss. y no hemos sido capaces de mostrar cómo es la vida real, por la sencilla razón de que abandonamos la esperanza de adaptar la realidad a nuestras necesidades y decidimos enajenarnos de ella. Y ahora culpamos a los jóvenes de no saber desenvolverse, de carecer de valores (como si los nuestros fueran mejores), de ser frágiles o de piel fina... A lo mejor resulta que ellos se han dado de cara con la realidad que nosotros, tan hábilmente, hemos sabido evitar con subterfugios y dopamina de consumo rápido. Tiramos a los jóvenes a una piscina que previamente nos encargamos de llenar de mierda y después nos enfadamos con ellos porque ensucian la alfombra. Nos enfadamos porque no quieren trabajar duro y prefieren obtener las cosas de otra manera. A lo mejor es que no les enseñamos cuál es el camino y solo les hemos dejado la opción de tragar mierda... y eso no le gusta a nadie. Pero el problema lo tienen ellos porque prefieren mermelada de fresa a untar diarrea en el
pan.

2.- Convertirnos en talibanes del pensamiento científico.

   ¿Desde cuando el uso de la razón o el sentido común se ha demonizado tanto? Pues desde que decidimos que todo aquel que se aparte del dogma de la "ciencia establecida", cualquiera que cuestione lo más mínimo los caminos inescrutables de los señores de bata blanca debe ser incinerado en la pira. Sí, nos convertimos en lo que juramos destruir. Y cuando el "esto es así y punto" no admite la más mínima cuestión, abrimos la puerta a todas las absurdas teorías que no necesitan estudios, papers y revisiones por pares para ser tragadas sin cuestión. Porque optamos por dogmatizar a punta de pistola cuando debíamos ser más didácticos que nunca. Porque decidimos que si eres demasiado estúpido para comprender este simple hecho científico, no mereces mi atención. Porque los cientificistas nos subimos en un pedestal de superioridad y nos olvidamos que, abajo quedaban olvidadas personas deseosas de saber y aprender. Y las dejamos a merced de bebedores de lejía, gurús de remedios que las élites no quieren que conozcas, terraplanistas y conspiranoicos de todos los colores y sabores. Y ahora nos sorprende que los que aún luchan por divulgar sean acosados, insultados y desprestigiados por una turba azuzada por los que se están lucrando con estas burradas.

3.- Mirar para otro lado.

   Esto es lo peor de todo, porque mientras no me afecte a mi no me preocupo. Las guerras... bueno, están lejos de aquí. Las IAs... bueno, eso les afecta a otros, no a mí. La evasión de impuestos, bueno, que cada uno haga lo que quiera con su dinero... ¿Te suenan esas respuestas? Bien, el gran problema es que hemos perdido la empatía. Preferimos insultar a un vegano o un animalista en lugar de entender que su sensibilidad es diferente a la nuestra. Preferimos insultar a quien defiende a las víctimas de un conflicto en lugar de tratar de ver desde su perspectiva qué está ocurriendo. Estás conmigo o contra mí, todo se reduce a eso. Y al que trata de empatizar, o tener la mente abierta a otras perspectivas lo tachamos de tibio, de no mojarse, de equidistante (no sé en qué momento eso se volvió un insulto), eres un rojo, o un facha, pero siempre que no compartas mi punto de vista serás mi enemigo... y el que trata de caminar con los zapatos de otro se olvida que antes debe quitarse los suyos. Hemos perdido la perspectiva.

   Somos los autores de nuestra propia miseria y aún así nos preguntamos quién está al timón de la realidad sin darnos cuenta que en el momento en el que decidimos que estar en el puente mando no era nuestro trabajo, dejamos la puerta abierta al monete tonto que no hace más que pulsar botones sin ton ni son. Y nos sorprende que el barco vaya directo al arrecife sin plantearnos que, a lo mejor, deberíamos echar un ojo al puente porque eso es cosa de otros.



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